dissabte, 22 de novembre del 2008
Mama, el juguete se ha roto!
Paseaba sin rumbo en uno de esos días en que tu cuerpo y tu mente trabajan por separado. Es como si tu interior fuese una película y juegas con el mando a volver hacia atrás y hacia adelante, simplemente que el film en sí es tu propia vida y el jugar del mando te va transportando a experiencias anteriores. En una de ellas decidí apretar el pause. Por entonces tenía 15 años, la edad tonta. La secuencia se encontraba en clase, justo después de un examen donde casi todos habíamos suspendido. La reacción del alumnado fue inmediata, evidentemente la culpa la tenía el profesor. Fue él quien nos suspendió y nadie asumió sus errores.
Las secuencias continuaron sin interrupción alguna, la película avanzaba y recordé una imagen más reciente. Era de un niño que después de jugar le decía a su madre que el juguete se había roto, por arte de magia! Entonces entendí el problema. ¿Qué es lo más fácil?, extraernos la culpa y echarla a otro. Los niños son expertos en ello, nunca tienen problemas, pero a medida que vamos creciendo, esa imagen se repite y se repite, como si fuese una cadena o más bien dicho, como si ese film sin control nos estuviese diciendo, pulsa el pause y analízalo tu mismo.
Para ser parte de la solución, tienes que asumir antes que eres parte del problema.
Mama, he roto el juguete!
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